Es algo que nos sorprendería, si no fuera por el hecho de que han conseguido anular nuestra capacidad de sorpresa, han logrado convertir lo que debería ser extraño y anecdótico en lo normal, vaya una cosa ¿verdad? A quién le importa que hablen de luchar contra el acoso, mientras premian a un acosador. Llama la atención esta estrategia de contentar a la sociedad cuando, en el fondo, no se piensa cambiar nada. Más parece una reacción de maquillaje, de disfrazar la realidad, de engañar, una vez más.
Precisamente, lo que ha hecho, no hace mucho, la Asociación Cuestión de Justicia y Honor, es dar luz al caso de un coronel que sufría el acoso de un general[1], el general D. José Mª Millán Martínez (IMAGEN A). Poco después de eso, felicitaba a la Ministra de Defensa por el valor demostrado al reconocer, por fin, la existencia del acoso entre militares, sin embargo, hoy sabemos que mientras vendían esta imagen de implicación y de cruzada contra cualquier tipo de acoso (IMAGEN B), al Sr. Millán no sólo se le protegía, en una lucha contra – reloj, respecto la denuncia por abuso de mando presentada por el coronel J.A.L., sino que además se le había premiado con un puesto de responsabilidad, no ya como Director de Enseñanza del Ejército de Tierra, sino bajo las alas protectoras de la Sra. Ministra, en el mismísimo Órgano Central, que le reportará gran prestigio y mejores condiciones económicas (IMAGEN C).
Un cargo que llevaba parejo el premio de su ascenso a General de División (IMAGEN D) y con las más altas responsabilidades en las comunicaciones de todo el Departamento, por haber acreditado ser una persona de fiar y ser profundamente reflexivo, sensato, conocedor de todo tipo de leyes y normas y respetuoso con su cumplimiento. Si ya en una ocasión ha actuado sin escrúpulos al incumplir la norma, esperar que en un puesto con tanto poder se ajuste a la misma no es una cuestión de confianza sino de ingenuidad. O, tal vez, sea precisamente eso lo que se espera él.
Cabría pensar, en beneficio del señor Millán, que las acciones de abuso de mando, en perjuicio del Coronel J.A.L., no pasarían de una simple negligencia o error administrativo, sin dolo, o como ha definido en alguna otra ocasión el Tribunal de Manipulación Castrense (Tribunal Militar Central) carentes de intencionalidad espuria, que no merecen ni sanción disciplinaria.
Pero ¿cuáles han sido entonces los méritos del Sr. Millán para que la junta de evaluación pudiera enterrar esos actos de abuso de autoridad y de incumplimiento de las normas, quedando totalmente oscurecidas por el brillo de esos méritos?
Desde luego, no debe tratarse de compañerismo, ya que el Sr. Millán, número uno de la promoción anterior al coronel, consciente del problema que tenía, tras comprometerse a ayudarle por la intercesión del Teniente General Inspector del Ejército, al día siguiente le retiraba esa ayuda. Algo realmente llamativo entre miembros de promociones consecutivas, como eran ambos, en las que la convivencia académica crea lazos que rivalizan con los de sangre, máxime dada las especiales condiciones de desamparo del coronel.
¿Le pidió alguien al Sr. Millán que echara al coronel?, ¿Qué o quién le dio la tranquilidad de su invulnerabilidad tras actuar violentando la norma?, ¿Qué parte de participación tuvieron el asesor jurídico del Ejército de Tierra y el Mando de Personal (IMAGEN E)? Ambos debieron ser garantes para con la norma y la víctima, existiera o no protocolo de acoso, y sin embargo se convirtieron en acoso institucional.
¿Qué esperanza
de Justicia, equidad, honradez y honestidad pueden tener los miembros de las
FAS cuando tienen la sensación de practicarse “el flotador al jefe de unidad”,
en detrimento de la disciplina, de la CE y demás leyes, a las que la
institución militar se supone subordinada?
[1] https://www.lasrepublicas.com/2019/11/23/en-en-ministerio-de-defensa-se-castiga-la-falta-de-sumision/