miércoles, 04 de diciembre del 2024

Úrsula, la censura y el destrozo del proyecto europeo

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Beatriz Talegón
Beatriz Talegón
(Madrid, 5-5-1983) Licenciada en Derecho por la UAH, estudios en economía del desarrollo por la LSE en Pekin. Analista política. Ex Secretaria General de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas Actualmente colabora como analista política en distintos medios de comunicación (prensa escrita, radio y televisión).
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La Unión Europea ha sido durante buena parte de su duración una referencia de los principios y valores democráticos, que tras el infierno vivido en la Segunda Guerra Mundial quiso ser el estandarte de las libertades y la convivencia basada en la diversidad.

Aunque muy mejorable el proyecto europeo, sobre todo porque se ha quedado a medio camino y le queda un buen trecho por recorrer en lo que a las cuestiones sociales se refiere, desde que sobrevuela por aquí la señora Úrsula Von Der Leyen, lo cierto es que Europa ya no huele a democracia.

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Huele a industria farmacéutica, a mensajes privados borrados, a falta de transparencia, a negocios familiares que ponen en entredicho la falta de conflicto de intereses de la presidenta de la Comisión y huele a totalitarismo.

La señora Von Der Leyen, de la mano con sus colegas, entre los que se encuentra la inestimable colaboración del señor Borrell, están haciendo que pierda la poca fe que yo tenía en el proyecto europeo. Sus comentarios durante los últimos años, sus valoraciones durante la pandemia, su falta absoluta del compromiso con el respeto a derechos tan fundamentales como los de los pacientes a elegir si someterse o no a un tratamiento experimental, o aplaudir fuertemente la vulneración de derechos y libertades, o llegar incluso a cuestionar el Código de Nuremberg ha hecho que a esta señora yo no pueda mirarle como representante de los valores que la banderita azul llena de estrellas dice representar. Más bien todo lo contrario: yo en esta señora veo todo lo contrario a lo que se supone que debería representar, discúlpenme si soy osada.

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Veo a una señora demasiado vinculada a los intereses de la industria farmacéutica, y muy alejada de los intereses de la ciudadanía que construye un conglomerado que se suponía se sustentaba en los derechos fundamentales, en el derecho a la información, la transparencia, la convivencia y el respeto a las decisiones íntimas y personales de cada individuo en la esfera de su capacidad de decidir que le confiere el Derecho.

Veo a la presidenta de una Comisión que firmó en secreto cláusulas con las grandes industrias de la farma para comprarles millones de «vacunas» que han resultado no ser eficaces, que se han administrado de manera absolutamente cuestionable sin presentar los consentimientos informados debidos, que han generado daños en no pocas personas, a las que dicho sea de paso, se está dejando absolutamente abandonadas. Al menos de momento.

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Veo a una señora que aplaude demasiado fuerte posturas totalitarias, que cercenan la capacidad de la ciudadanía de pensar por sí misma y de decidir sobre su propio cuerpo. Llevo viéndolo dos años. Y veo que la deriva continúa y que esta señora le ha cogido el gusto a saltarse a la torera, con sus opiniones, lo que se establece en las normas europeas.

Ahora que Doña Úrsula y Don Josep nos quieren convencer de que Zelenski es casi casi un sex simbol (no lo digo por ellos pero ya se le atribuye esta condición por la prensa), de que es un valiente, un defensor de su tierra… yo me pregunto dónde estaba esta mujer cuando en la tierra que hoy preside «el sex Simbol» arrasaba en el Donbás con sus conciudadanos. Me pregunto si a esta señora le ha generado algún tipo de respuesta lo que sucede en Palestina, en el Sáhara, en Kurdistán como para ponerse a dar discursos tan grandilocuentes y sin matiz alguno.

Esta señora, que preside nada más y nada menos que la Comisión Europea, se ha lanzado a dar por sentado que Ucrania será recibida con los brazos abiertos en la UE. Como si esto de la Unión Europea fuera su feudo y ella tomase las decisiones. Parece que le ha debido coger el gusto a hacer y deshacer. Pero afortunadamente hoy el portavoz de la Comisión ha tenido que salir a «matizar» las palabras de Úrsula, que se había lanzado pasando por encima de la normativa establecida para los procedimientos de adhesión de un nuevo estado miembro en el club de los 27.

Por si no fuera suficiente el hecho de que le pillasen a Úrsula enviándose mensajitos con el directivo de una de las grandes empresas farmacéuticas con la que se gestó la compraventa de millones de vacunas, motivo por el cual la defensora del pueblo europeo ha tenido que abrir una investigación, ahora a Úrsula parece gustarle la censura.

Desde su atalaya se ha anunciado que la UE prohibirá los medios de comunicación rusos Sputnik y Rusia Today por «su desinformación dañina». Otro destrozo de la democracia de la que tanto presumía Europa. ¿Habrá visto esta señora las noticias que nos comemos en España -por hablar de aquí- cada día? ¿Habrá visto cómo nos cuelan imágenes de videojuegos para referirse a supuestos aviones rusos, o cómo nos meten explosiones de hace años y de otras latitudes en las noticias?

No digo que Rusia Today o Sputnik sean el oráculo de Delfos. Pero son medios de comunicación, que suelen trabajar con bastante rigor y libertad, y que ofrecen una visión de la situación que estamos viviendo muy necesaria. Sobre todo porque no repiten como loros lo que EEUU, y los amigos de la OTAN quieren que escuchemos. Lo que necesitamos en una democracia, vaya: poder leer distinta información y poder sacar nuestras propias conclusiones.

Esta señora, en lugar de actuar como un agente garante del diálogo de la neutralidad, arrastra con sus declaraciones la posición de la Unión Europea calentando aún más el ambiente. Como su amigo Josep.

Esta Europa, la que no es capaz de analizar y apoyar. La que no es capaz de generar un debate abierto. La que lleva dos años haciendo negocio con las grandes farmas y ahora parece que quiere hacerlo con la industria armamentística, esta Europa, no es en absoluto la que sus fundadores soñaron. Úrsula en mi opinión representa más bien lo que Europa debería dejar de ser: sesgada, poco transparente, censora y totalitaria.

 

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