martes, 19 de marzo del 2024

Huesca: la capital de los Pirineos

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Gabe Abrahams
Gabe Abrahams
Columnista y analista político en diversos medios digitales.
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Huesca (en aragonés, Uesca) es una ciudad situada a los pies de los Pirineos. Capital de la provincia del mismo nombre y de la comarca de la Hoya de Huesca, su población ronda los 54.000 habitantes.

Situada en el límite de los Pirineos, su imagen está unida a montañas nevadas en una parte importante del año. Cuando llegas a Huesca por el sur, te encuentras una ciudad situada en un valle y rodeada de montañas invariablemente con algo de nieve en sus cumbres. La belleza de Huesca desde la lejanía es difícil de adjetivar. Sus frías temperaturas también.

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La historia de Huesca está unida a los íberos, pueblo de origen indoeuropeo y prerromano que ocupó las zonas sur, este y centro de la Península Ibérica. El nombre Huesca procede del íbero Bolskan.

La ciudad fue conquistada por los romanos, los visigodos y los árabes, hasta que acabó reconquista por las tropas cristianas en 1096. Desde ese momento, tuvo un estrecho vínculo con los reyes de Aragón.

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Durante los siglos XVI y XVII, tras la Peste Negra, guerras, etc., Huesca vio cómo se consolidaron su Universidad y la imprenta, a la vez que se construyeron monumentos como el Palacio de Villahermosa o la iglesia de San Lorenzo.

En los inicios del siglo XVIII, durante la Guerra de Sucesión entre la Casa de Habsburgo o Austria y la Casa de Borbón, Huesca apoyó a los primeros, lo que provocó que el borbón Felipe V tras su triunfo aboliese el Concejo Oscense, nacido en la Edad Media.

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Los siglos XIX y XX, supusieron para Huesca un cúmulo de guerras y batallas. Tras pelear los oscenses contra el dominio francés en la Guerra de la Independencia Española, Huesca vivió en 1837 la Batalla de Huesca, durante la Primera Guerra Carlista, y en 1937 la Ofensiva de Huesca, lanzada por el ejército de la Segunda República Española, durante la Guerra Civil Española.

Los dos últimos siglos sirvieron también para que Huesca acabase de convertirse en una ciudad con un atractivo especial, por sus parques, casino, edificios, monumentos, etc. En la capital de los Pirineos.

La mejor manera de conocer Huesca es recorrerla de Occidente a Oriente. En la parte occidental, destaca el Parque de Miguel Servet, un parque muy bonito construido entre 1928 y 1930 y dedicado al teólogo y científico aragonés que fue condenado a morir en la hoguera por hereje en 1553. Enfrente de la entrada principal del parque, llama la atención el precioso quiosco de la música.

A pocos metros del parque, atravesando la calle Valentín Carderera, se sitúa el Coso, una larga calle con forma de U no muy pronunciada que rodea la antigua muralla oscense. Actualmente, es una calle comercial con varios cafés históricos y edificios que siguen el estilo arquitectónico de principios del siglo XX. Me viene a la memoria el Café Bar Oscense, situado justo donde el Coso Alto cambia al Coso Bajo.

En ese punto, subiendo unos pocos metros por la calle Duquesa de Villahermosa, se encuentra el Palacio de Villahermosa, atractivo edificio renacentista del siglo XVII, construido con una gran fachada de ladrillo y tres plantas. Tomar un café en el establecimiento que se encuentra situado justo enfrente del palacio permite observarlo con calma y disfrutar de él.

En el mismo punto donde el Coso Alto cambia al Coso Bajo, bajando unos pocos metros por la calle Porches de Galicia, se encuentra también a la izquierda el imponente edificio del Hostal Rubaca y al final la emblemática plaza de Navarra.

En la plaza, se sitúa el edificio del Círculo Oscense, o Casino de Huesca, un impresionante edificio modernista de principios del siglo XX, obra del arquitecto Ildefons Bonells. El casino de Huesca es una auténtica joya. Merece la pena visitar sus interiores, donde el mobiliario y la decoración son al gusto de la época.

En la misma plaza de Navarra, ocupa un lugar prominente la fuente de las Musas, datada en 1885 y obra de Federico Villasante, Enrique Blondeau y Antoine Durenne. Todo apunta a que fue Antoine Durenne, escultor y fundidor de metales francés, quien consiguió que la fuente alcanzase la belleza y la categoría que tiene.

Durenne fue alumno de la École des arts et métiers de Angers en 1841, y de la École des Beaux-Arts en 1842, y fundador de la Escuela nacional superior de artes decorativas de Francia. En 1857, compró la fundición de Sommevoire. Durenne fue el creador de la fuente de las Musas, pero también el de la fuente de la Morena o Moreneta de la plaza de la catedral de Huesca, entre otras obras destacadas suyas esparcidas por Europa y América.

Regresando al Coso y siguiendo por él y su continuación, la Ronda Montearagón, se accede a la citada catedral de Huesca. La catedral de Huesca se halla en el punto más elevado del cerro sobre el que se asentó la primitiva ciudad de Huesca. Está ubicada frente al carismático Palacio del Ayuntamiento del siglo XVI. Hablamos del centro del recinto histórico de la ciudad.

La catedral de Huesca fue construida entre los siglos XIII y XVI sobre templos anteriores. La portada principal de la catedral, orientada hacia Occidente, no tiene excesivas sorpresas y responde a la bella simbología del arte gótico, plasmada sobre la piedra por los canteros. El resto de la catedral sigue la misma tónica que la portada principal.

En la plaza de la catedral, situada en un lugar discreto, se encuentra la ya mencionada fuente de la Morena o Moreneta de Durenne. Una fuente singular de base octogonal, en cuyo centro se levanta una escultura femenina de hierro fundido de color negro que lleva en su brazo izquierdo un cántaro de agua. El color negro y la base octogonal de la fuente llaman la atención.

La fuente permanece desde hace más de un siglo entre árboles en el lugar y pasa algo desapercibida para la mayoría de los visitantes de la catedral o del Palacio del Ayuntamiento.

La catedral y la fuente cierran el recorrido por Huesca. Un recorrido conciso, breve, pero en lo fundamental completo. Un recorrido para disfrutar de parques de otro tiempo, de edificios y monumentos destacadísimos y de arte singular. También muy probablemente de frío. Huesca merece la pena.

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