jueves, 28 de marzo del 2024

Más que una crisis

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Ouarzazi Abdel-Wahed
Ouarzazi Abdel-Wahed
Profesor agregado de Economía (Bélgica) Licenciado en Economía y Gestión por la Universidad de Grenoble (Francia) Ex responsable de Educación en Derechos Humanos de Amnistía Internacional Ex miembro de la Comision Políticas Migratorias en representación de la Delegación Provincial de Cultura de Cádiz
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La crisis entre España y Marruecos ha hecho emerger todos los problemas que estaban guardados en el cajón de aquel “colchón económico” que lo tapaba todo hasta que acabó en un desastre diplomático con visos a empeorar.

El ejecutivo de Sánchez ha elegido al peor enemigo y el peor momento para polemizar con un Marruecos en su clímax. Lo que se interpreta como un palo en la rueda que alinea España con Argelia. ¿Por qué este interés por contrarrestar los avances de Marruecos en su cuestión nacional?

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La resolución de la Eurocámara contra Marruecos fue un reproche de 379/678 votos, muy lejos de la unanimidad, que sólo ha conseguido dividirla. Y donde se califica a Ceuta y Melilla como fronteras de la UE, además de colocarla en el disparadero de la opinión pública internacional y de instituciones como la Unión Africana (UA), el Consejo de Estados del Golfo (CCG) y de la Liga Árabe (LA).

El Parlamento Panafricano se pronunció en contra, llamando la atención a la UE para que no interfiera en un problema bilateral. Por otro lado, el secretario general del Consejo de Cooperación de los Estados del Golfo (CCG), Nayef Falah Mubarak, criticó la resolución europea subrayando que carece de todo fundamento. Asimismo, el Parlamento Árabe, que el pasado mes de mayo condenó enérgicamente el silencio de la Eurocámara ante los “crímenes y violaciones” de Israel en Palestina acusándola de tener una “doble moral”, había advertido a la Cámara europea de no involucrarse. Pero sin conseguirlo. Por lo que ha convocado, para el próximo 26 de junio en El Cairo, una reunión de urgencia para debatir este asunto y todo indica que habrá una seria reacción contra España y la UE.

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Hoy, el mundo sabe dónde está Ceuta y Melilla y ha constatado que dichos enclaves son presidios militares en África, y de ninguna manera pueden ser Europa sino colonias españolas en África. Marruecos estaría preparando una ofensiva diplomática ante la Unión Africana (UA) y la Liga Árabe (LA), para que se declare la “africanidad” de los enclaves y su “descolonización”. Es notorio que la Unión Africana (UA) está decidida a abolir todo vestigio colonial en su continente. Tiene muy presente la ocupación, el saqueo, el genocidio y el negocio de esclavos, perpetrados por los europeos reunidos en la Conferencia de Berlín en 1884 (Francia, España, Alemania, Bélgica, etc.) para repartirse África. Estos mismos países, que hoy forman la UE, han asesinado a hombres y atado a niños, del cuello, a la estaca de la tienda de campaña mientras violaban a las madres, han expuesto en sus museos a seres africanos bajo el título de “Salvajes” (Bélgica), con ticket de entrada incluido, y han exhibido, sin pudor y durante años el cuerpo de un africano disecado, en la sección de animales de un museo de España.

Hasta ahora, Marruecos se había mostrado demasiado tolerante con una España que, a la mínima oportunidad, no duda en hacer gestos de desprecio hacia su vecino del Sur poniendo en evidencia el anacrónico espíritu imperialista que aún yace en el subconsciente de una España que ha necesitado del apoyo de Marruecos antes, durante y después de su Guerra Civil y, recientemente, en su transición.

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La “disuasión militar” de la que vienen haciendo gala los sucesivos ministros de defensa de España y sus militares, convertidos en tertulianos y articulistas, para mantener el statu quo no es más que la pedagogía que alimenta la soberbia y el “odio racista” entre su población. Un discurso del método que parece ser el manual de todo ministro de defensa español, que nuevamente ha puesto en práctica la ministra del ramo, Margarita Robles, para amenazar, en plena crisis diplomática, a Marruecos, calificándolo de país “enemigo”. ¿Querrá España convertir el Estrecho de Gibraltar en un infierno? ¿Intenta España de desestabilizar al único país estable y seguro de la región arriesgando su propia estabilidad?

La arrogancia es traicionera. Ha impedido a España apreciar el cambio de paradigma del vecino del Sur y sus avances, políticos y económicos, así como el giro en la relación de fuerzas. El Marruecos de hoy es una potencia geoestratégica y un interlocutor clave para los EEUU, Reino Unido, Francia, China, Rusia, el Mundo Árabe y África. Un Soft power reactivado en una maratoniana actividad diplomática internacional desde la llegada del rey Mohamed VI en 1999.

Con el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre sus Provincias del Sur, España ha visto cómo Marruecos se desprendía de la “chinita” que le había colocado, junto con Argelia y Mauritania, en el zapato. Salvo Mauritania que se mantiene en el limbo, España y Argelia amenazan porque su instrumento de distracción (el Polisario) ha sido derrotado y sólo les queda cargar con la penitencia de la sufrida población saharaui secuestrada en Tinduf. Esta violencia política se enmarca en el interés que ambos, dos, comparten por igual, ya que son conscientes de que ha llegado la hora de resolver los diferendos territoriales de Ceuta y Melilla (España) y del Sáhara Oriental (Argelia).

Sánchez se ha aliado con los social-comunistas argelinos comandados por la Junta Militar que a su vez colabora con Irán, aspecto que no escapa a la inteligencia marroquí ni a la de EEUU. Una camarilla con quien Sánchez estaría tramando acciones para contrarrestar los esfuerzos de Marruecos. La advertencia del ministro de Exteriores, Nasser Bourita, durante la estancia del mercenario Ghali en España, de que “La crisis no terminará con su salida”, demuestra que las altas esferas del Estado marroquí están al tanto de tal complot, limitando así el conflicto a un marco muy claro y concreto y del cual Sánchez y sus ministras, de exteriores y de defensa, intentan evadirse. De hecho, Sánchez, a quién Trump mandó sentarse cuando intentó saludarle en la anterior reunión de la OTAN y que Biden le ignoró nuevamente en un bochornoso selfi, también en una sesión de la OTAN, está maniobrando en contra de Marruecos en fueros internacionales, mientras su ministra González Laya se presenta ante Blinken como víctima de la decisión de Trump.

El gobierno de Sánchez ha mostrado un déficit preocupante en sus relaciones internacionales que ha acabado rompiendo un partenariado estratégico y prometedor en el Estrecho de Gibraltar con un socio árabe, musulmán moderado, prooccidental y ejemplar en su lucha contra la inmigración y el terrorismo, y destacado líder en el continente del siglo XXI, África.

Marruecos sigue exigiendo aclaraciones y el gobierno de Sánchez sigue enredándose sospechosamente. Ha pasado de la acogida clandestina del mercenario Ghali a involucrar al Parlamento Europeo por la entrada de inmigrantes a Ceuta, a cargar contra Trump por reconocer la marroquinidad de las Provincias del Sur para acabar solicitando la mediación de los EEUU.

Es falso lo que dijo Sánchez de que España es el mejor aliado de Marruecos en la UE, sino Francia, que lo es también en el Consejo de Seguridad de la ONU. También es falso que Marruecos exigiera a España el reconocimiento de sus Provincias del Sur. Es consabido que España no entra en los planes de Marruecos para este menester por razones obvias que merecen un capítulo aparte.

España y Marruecos tienen la oportunidad de reconstruir, desde cero, una nueva relación de vecindad sobre un formato realista, más allá de los condicionantes económicos, acorde con los intereses geopolíticos que favorezcan la estabilidad regional, máxime cuando el Sahel se ha convertido en un hervidero de terroristas tras la retirada de Francia de la operación “Berkhane” y el posible cierre del gaseoducto que abastece España.

Un diálogo que se antoja imposible con el gobierno de Sánchez. Entretanto, la clase política española, económica, militar e intelectual incluida la prensa, tendrá que renunciar a la soberbia secular de la que también ha sido víctima la vecina Portugal.

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