miércoles, 24 de abril del 2024

Política diplomática versus violencia política, el caso de Marruecos y Argelia

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Ouarzazi Abdel-Wahed
Ouarzazi Abdel-Wahed
Profesor agregado de Economía (Bélgica) Licenciado en Economía y Gestión por la Universidad de Grenoble (Francia) Ex responsable de Educación en Derechos Humanos de Amnistía Internacional Ex miembro de la Comision Políticas Migratorias en representación de la Delegación Provincial de Cultura de Cádiz
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En contra de lo que piensan los analistas, entre Marruecos y Argelia no existe ninguna rivalidad regional ni competencia de naturaleza económica o financiera, pues ambos contextos son legítimos. Se trata de dos países vecinos que libran unas dinámicas diametralmente antagonistas, es decir, la diplomacia marroquí frente a la violencia argelina.

La controversia radica en el propio principio fundacional del Estado argelino que es la antítesis de toda monarquía en general y del Reino de Marruecos en particular. Aquí lo que se dirime es el status quo argelino, anclado en la “negación del otro” y un Reino que está consolidando una posición geopolítica y geoeconómica preponderante en África basada en la cooperación entre Estados.

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En política, al igual que en economía, los hechos se juzgan en base al coste de oportunidad de las decisiones. Marruecos aplica una política diplomática multilateral basada en una estrategia global, de largo alcance, que le permite el lujo de andar en todas las direcciones, en solitario, con sus aliados y no aliados, incluidos sus adversarios, lo que le ha reportado una influencia internacional innegable. Mientras Argelia, desde su independencia, no ha sido capaz de tejer relaciones constructivas que no estén fundadas en la conspiración, en el odio y en la violencia verbal y armamentística.

En el año 788, Mulay Idris I entró en Marruecos y fundó la dinastía de los Idrisíes creando así el primer Estado musulmán en el Norte de África. El Reino de Marruecos es hoy un sistema político abierto al mercado, a la globalización y rozando el neoliberalismo en muchos aspectos de su economía. Argelia, país recién liberado de Francia en 1962, nunca había existido como tal, y así lo confirma la historia. La vecina República Argelina Democrática y Popular es un sistema político cerrado, satélite de la antigua URSS, dirigida por una Junta Militar y último reducto de inspiración social-comunista del norte de África cuyo presidente no es más que una figura sin poder real.

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En la actualidad Argelia se enfrenta a una grave crisis identitaria en la que todavía no ha logrado construir, a partir de su historia, una identidad propia como nación. La identidad cultural es ese conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias, ritos y rituales, que cohesionan el sentimiento de pertenencia de un pueblo. Marruecos es el “Reino de los sentidos”. Rico en Patrimonio cultural, tangible e intangible. La lengua beréber o amazigh es considerada como el segundo idioma constitucional después del árabe, estableciendo el carácter obligatorio de su enseñanza en todo el Reino y en todos los ciclos formativos. La Constitución marroquí de 2011 reconoce el origen plural del país y subraya la preservación de su patrimonio en todas sus formas, incluida la lengua hasaní del Sahara (árabe dialectal) y el hebreo, como parte integrante de su diversidad. Todo un ejemplo de diplomacia cultural que reunifica y dignifica los pueblos entre sí.

Los “Generales” argelinos se resisten a cualquier cambio, aunque su modelo está agotado y con una economía técnicamente quebrada. Pese a ello, pretende erigirse como baluarte de los movimientos de liberación de los pueblos, es decir, una especie de república bolivariana en la orilla del Mediterráneo. Sin embargo, nunca se le ha visto reclamar la independencia de las 15 repúblicas exsoviéticas cuando estaban bajo el yugo de la URSS o simplemente de Taiwán, o el Tíbet, de Bamenda (Camerún) o Biafra (Nigeria), de Córcega (Francia) o de Cataluña. Aún más, la Cabilia, uno de los pueblos más antiguos de África cuya capital es Tizi Ouzou, con cerca de 9 M. de habitantes, lengua y cultura propias está siendo perseguido y privado del derecho a la autodeterminación por los “Generales”.

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En este sentido, merece especial mención el apoyo argelino a ETA. Junto con la Libia de Gadafi, Cuba y Venezuela, Argelia apoyó, albergó, financió y entrenó en su territorio a etarras en los años más sangrientos de la banda terrorista. Las más de 600 Asociaciones españolas pro-Polisario deberían considerar este dato, aunque sea por respeto a las víctimas de terrorismo. Hoy Argelia alberga y arma al Polisario (su caballo de Troya hacia el Atlántico), cuyos miembros están instalados en hoteles de lujo por todo el planeta (con dinero argelino). A Argelia le importa un bledo el Polisario y mucho menos el bienestar del sufrido pueblo saharaui secuestrado en los campos de Tinduf.

Argelia es incapaz de ofrecer estabilidad, ni interna ni externa. Así, sus conflictos sociales se multiplican en regiones de Cabilia y Chauía a las que se suman las constantes protestas del Hirak (ahora confinado por Covid-19) por todo el país pidiendo el fin del poder militar y la creación de una Asamblea constituyente que daría lugar a la “Segunda República”. Además, existe una Resistencia argelina en el exilio formada por el Movimiento Argelino de Oficiales Libres (MAOL), radicada en España, que amenaza a los “Generales” desde dentro y fuera. Asimismo, la propia interinidad en la que se encuentran los “Generales” ha abierto una pugna encarnizada por la sucesión. El hermano del expresidente Bouteflika, junto con el jefe de los servicios de inteligencia argelina, se encuentran detenidos, en principio por conspiración contra el Estado Mayor y ahora por corrupción.

Marruecos ha ido consolidando diplomáticamente su soberanía sobre el Sahara y, Argelia, ha ido perdiendo credibilidad, sobre todo tras la reincorporación de Marruecos a la Unión Africana (UA). Hasta diciembre de 2020, más de 50 países habían retirado su reconocimiento a la llamada república del Polisario. El desbloqueo del comercio en El Guergarat el 13 de diciembre de 2020, obstaculizado por elementos del Polisario, ha supuesto un punto de inflexión estratégico para Marruecos. La respuesta argelina fue, como de costumbre, un acto de violencia política, o sea, más maniobras militares de fuego real junto a la frontera con Marruecos.

Frente a la violencia política, diplomacia. Y es ahí donde Marruecos ha mostrado ser letal. Una veintena de consulados se han instalado ya en El Aaiún y Dajla. Y, muy pronto, se espera la embajada de Israel en Rabat y unos cuantos consulados hebreos por todo el territorio del Reino, incluido el Aaiún. Las relaciones israelí-marroquíes siempre han existido, pues la mayoría de los judíos, incluidos los que hoy gobiernan Israel, son de ascendencia marroquí como es el caso del consejero de Seguridad Nacional de Israel, Meier Ben Shabbat, recibido recientemente en audiencia por el Rey Mohamed VI. Tras el reconocimiento de Trump de la soberanía marroquí sobre el Sahara, el presidente Joe Biden reafirmará, sin lugar a dudas, esta disposición que podría incluso considerarla como la decisión más acertada tomada por Trump en política exterior. Una decisión que el Reino Unido ha alabado. Así, Israel, junto con el Reino Unido, no tardará en reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sahara.

Los intentos de política de mano tendida hacia Argelia para relanzar el proyecto de la Unión del Magreb Árabe (UMA) no han dado sus frutos, pues los “Generales” no están para construir sino todo lo contrario. El Rey Mohamed VI desistió finalmente apostando por el eje Sur-Sur de cooperación con el África Occidental e impulsando coaliciones a gran escala por todo el continente africano sin dejar de lado el eje Norte-Sur. En este sentido, varias alianzas han sido tejidas destacando la del Reino Unido para afrontar retos políticos y de seguridad, así como económicos del período post-Brexit. Un acuerdo de libre comercio entre los dos Reinos se está gestando a imagen y semejanza del ya existente, desde 2006, entre los Estados Unidos y Marruecos. De hecho, importantes empresas inglesas de prospección petrolífera y gasística operan ya en Dajla desde hace años. En esta misma línea, el ministro de economía israelí, también de origen marroquí, Amir Peretz está ya trabajando en un proyecto de libre comercio entre Marruecos e Israel que supondría inversiones en todos los sectores.

Marruecos lleva décadas tejiendo una telaraña de relaciones internacionales, no sólo con las grandes potencias, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EE.UU, Reino Unido, Francia, China y Rusia), sino también con el África Occidental y los países del Golfo. El gobierno retrógrado de los “Generales” sigue enrocado en su violencia política, pues su alianza estratégica con Rusia está vacía de contenido económico y se fundamenta principalmente en la compra de armamento con el que cree poder violentar al Reino de Marruecos.

Cabe señalar el fracaso de Argelia en su intento de liderar la lucha contra el terrorismo yihadista en el Sahel a través de dos iniciativas CEMOC y UFE, ambas agrupaban Argelia, Mauritania, Mali y Níger. Estos últimos, han desconfiado de las intenciones de Argelia, de su notoria falta de liderazgo y de experiencia. Sus prisas por excluir Marruecos le han jugado una mala pasada. Finalmente, Mauritania, Mali, Níger, Chad y Burkina Faso crearon el G-5 Sahel para mantener la seguridad en la región. A esta iniciativa se ha unido Francia y Marruecos junto con una treintena de países que forman hoy la Coalición por el Sahel.

Los “Generales” han fracasado igualmente en su intento de intermediar en el conflicto libio por la debilidad de su posición internacional y, sobre todo, por inclinarse más hacia posiciones del general golpista Jalifa Haftar. Martin Kobler, representante especial de la ONU para Libia, expresó su satisfacción por la firma en la ciudad de Sjirat, Marruecos, el primer acuerdo de unidad nacional entre los dos parlamentos libios enfrentados. Una vez más, la diplomacia marroquí puesta al servicio de la paz entre los pueblos.

Argelia en crisis política y económica y España (mi país de adopción) en parálisis geoeconómica viendo pasar oportunidades en la construcción de un futuro común y próspero junto con Marruecos en África. Las inversiones marroquíes en el continente africano son importantes y comprenden sectores de la Banca, la construcción, telecomunicaciones, energías, fosfatos, etc. Según datos de 2017 del Banco Africano de Desarrollo (DAfD), el 85% de inversiones extranjeras directas en África procedían de Marruecos. Lo más importante es su próxima integración en la Comunidad Económica de Estados del África del Oeste (CEDEAO), un mercado de casi 400 M. de habitantes y la mega construcción del gaseoducto Nigeria-Marruecos, que atravesará el Sahara marroquí para dirigirse hacia Europa. Marruecos acaba de incorporarse al Banco Africano de Desarrollo (BAfD) para formar parte de sus índices, gestionados por Bloomberg African Bond (ABABI), por ser el país emisor de bonos mejor valorado. De este modo, Marruecos se perfila como una superpotencia económica en África compitiendo con Francia, China y Rusia, donde la UE brilla por su ausencia.

El país Alauí ejerce una diplomacia pragmática de política de mano tendida (apertura al mundo) y de firmeza (colaboración antiterrorista con la UE, EEUU y el Sahel), cualidades propias de un Estado curtido en su larga historia desde hace 12 siglos. Una dinámica política planificada en la que se desenvuelve como pez en el agua sobre el tablero geoestratégico de entre dos mares, Mediterráneo y Atlántico. La vecina Argelia, cuyo sistema está ya agotado desde hace décadas, carece de estrategia de país o de diplomacia para hilar relaciones internacionales constructivas. Su única premisa consiste en el exhibicionismo militar y discursivo al más puro estilo chavista.

Es por todo ello que el Reino de Marruecos no tiene rival ni competidor en la región del Magreb, sólo tiene a un gobierno antagonista y excluyente dirigido por una Junta de Militar acrónica incapaz de respetar las más mínimas normas de buena vecindad. Pese a todo, Marruecos siempre se ha mostrado ajeno a las provocaciones de los “Generales” volcándose, sin escatimar esfuerzos, en la construcción y modernización del país desde Tánger hasta El Güera con proyecciones africanistas. Hoy, el Sahara marroquí florece como un vergel, diana de importantes inversiones mundiales.

La propuesta marroquí de “Autonomía” es una clara voluntad política de solucionar el conflicto, alimentado por Argelia, y una gran oportunidad para el ejercicio de autogobierno de los saharauis sobre las provincias del Sur del Reino, en paz y en prosperidad. Una propuesta “seria, realista y creíble” que ya suma cientos de apoyos internacionales y que la mayoría, tanto de la sufrida población secuestrada en Tinduf como la del Polisario, quiere, pero no puede, debido a la intransigencia argelina, pues ahí es donde encuentra el caldo de cultivo para su violencia política. Argelia se sitúa así fuera de toda ecuación de paz.

¿Pero, hasta cuándo? Lo único cierto es que Argelia está derrotada diplomáticamente en todos los aspectos y desquiciada con los avances de su “enemigo eterno” (Marruecos), por lo que se teme una huida arriesgada hacia delante de los “Generales” detonando así una guerra abierta en la zona que pondría fin al ya agonizante régimen militar argelino.

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