En el año 2019, el 24 de junio, una pareja se acercó a la zona conocida como «La Romana», donde se encontraron los cadáveres de las tres niñas de Alcàser, Toñi, Miriam y Desiré en 1992. Se acercaron a llevar flores en recuerdo de las jóvenes que fueron brutalmente asesinadas.
Por casualidad encontraron cuatro huesos: uno en la superficie y los demás, enterrados a muy poca profundidad. Los envolvieron en papel y los entregaron en la comandancia más cercana de la Guardia Civil en Oliva. Los agentes, a su vez, hicieron las primeras diligencias y trasladaron los huesos al laboratorio de la Comandancia de Valencia y al Instituto de Medicina Legal después.
Realizadas las pruebas de ADN con los familiares de las niñas, se ha podido conocer el resultado positivo: los restos pertenecen a Miriam, hija de Fernando García.
Queda ahora por determinar cómo ha sido posible que los huesos aparezcan casi treinta años después de que se hubiera realizado el levantamiento de los cadáveres y de que haya pasado por allí mucha gente. De hecho, se encontraron estos restos poco después de que, durante la grabación de un programa de la televisión vasca, «El Lector de Huesos», apareciera un diente junto a la fosa que correspondía con un premolar de las niñas.
Para Fernando García, padre de Miriam, alguien ha tenido estos huesos durante 28 años y se pregunta por qué los han dejado en el mismo lugar donde se encontraba la fosa.
Un asunto, el crimen de Alcàsser que ha dejado muchas dudas sin resolver después de casi tres décadas de investigación.