sábado, 20 de abril del 2024

Más vale morir de pie

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            La izquierda continúa legitimando a la derecha. O a lo mejor no, porque hay que preguntarse si se es de izquierda sólo porque así lo afirmen quienes pretenden ocupar ese espacio. Zapata, uno de los grandes y escasos revolucionarios auténticos, se escandalizó, dio marcha atrás cuando, tentado por su recién estrenada situación de poder, estuvo a punto de actuar contra los que reclamaban derechos, de la misma manera con que los anteriores habían actuado contra él. El poder teme a la crítica; encumbrados en su propia nube festejan y practican la erótica hasta creerse infalibles. Sin embargo fracasa todo político desviado, apartado de la línea marcada por expertos. Que además de tener asesores es sano hacerles caso. Será el recuerdo del héroe mexicano, rememorado por “el guerrillero eterno” otro defensor de la libertad: más vale morir de pie que vivir de rodillas.

            El gobierno español está perdido; hacen bien en disculparse, que rectificar es de sabios. En gran medida comprensible, no hay experiencia capaz de enfrentarse a un elemento nuevo que ataque con tanta fiereza. Pero la oposición no está “encontrada”, al contrario, tan perdida o más que el gobierno, recurre a lo más ruín: utilizar a los muertos en su enfrentamiento visceral y personal. Negarse a dialogar con pretextos fútiles, palabrería y contradicciones con su propio comportamiento y con lo que vienen votando de forma habitual, o imponer condiciones previas, es el mayor desprecio al pueblo del que ahora se les llena la boca, cuando han llenado “otras cosas” de votos contra la seguridad y el bienestar de ese mismo pueblo. Quien sea como ellos apoyará la verborrea y el nulo interés en plantear diálogo y soluciones eficaces. Pero los errores de unos no justifican los de otros y alguien debería poner algo de cordura en este diálogo de sordos, en que “algunos” ponen la sordera y arrojan el aparato lejos del oído.

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            No hacía falta recuperar aquel “Spain is different”, porque no es bueno ser distinto con cuanto sea o pueda ser útil. Así, por ejemplo, no tiene sentido autorizar la apertura de establecimientos mayores de 400m2, sino todo lo contrario. Porque son los grandes dónde con más facilidad pueden darse aglomeraciones, dónde es más fácil correr riesgo de cercanías inconvenientes. Sólo en pequeños establecimientos se puede garantizar un solo cliente por vez, a lo sumo dos si la cabida lo permite. Si se defiende el empleo, no se olvide que el pequeño comercio emplea al triple del grande. En proporción, por cada puesto de trabajo de una gran superficie, el pequeño comercio da empleo a tres. Por tanto no hay por dónde coger la norma anunciada. O las librerías, ferreterías, calzado, ropa… ¿Han visto los políticos alguna librería “abarrotá” alguna vez. Si lo afirman descubren no haber visitado nunca ninguna. Clara es la fobia de los políticos a la cultura, fobia nefasta, más nefasta aún ampliada a todo un numeroso grupo de pequeños comerciantes que dependen de abrir su tienda para vivir y para mantener el empleo en mucha mayor proporción que los grandes. También deberían aprender los ayuntamientos; aprender a colaborar más sin recaudar más: ¿tanto les cuesta ampliar el espacio de las terrazas sin subir la tasa por ocupación de vía pública, para que bares y cafeterías puedan evitar contactos al mantener locales vacíos, siquiera hasta las primeras lluvias? Frente al daño de la voracidad, la separación de mesas salva vidas y activa la economía.

            Dar palos de ciego legitima a “los otros”, (la falta de ideologías impide definirlos de otra forma). Entiéndanse los errores producto de la situación, de la tensión, de la inexperiencia que nos inunda, no deben alcanzar a la ambición cegadora de “unos” y “otros”. El momento necesita diálogo, no criticar lo que los críticos están hartos de hacer.

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