jueves, 25 de abril del 2024

La España de panderetas y zambombas

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Sonia Vivas
Sonia Vivas
Nació en Barcelona en el año 1978. Hija de una familia de emigrantes extremeños. Estudió pedagogía y educación social. Policía vocacional. Cursó master en ciencias forenses y se especializó en derechos contra las libertades fundamentales liderando el servicio de delitos de odio y gestión de la diversidad pionero en Baleares. Residente en Palma de Mallorca. Entiende la seguridad pública como un servicio público con el ciudadano en el centro y en comunión con los derechos humanos. Mujer, feminista, lesbiana, catalana y de izquierdas.
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Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en nuestro país no son de la gente sino de sí mismas, pues junto con los Ejércitos, son los grandes espacios de servicios públicos que no se han logrado abrir y democratizar.

El curso de apertura de estas corporaciones se inició de manera incipiente y se cubrió por un enorme e intencionado encofrado mentiroso, que habla de transparencia en lugar de nombrar su esencia natural. Cualidad que no es otra que la opacidad sistémica de una forma de funcionar ajena a los intereses y derechos de la ciudadanía a la que se debe de forma inherente y per se.

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Los procesos internos que se llevan a cabo dentro de las Instituciones policiales no gozan de la apertura necesaria para ser garantes, pues son endogámicos y permiten la corrupción sistemática debido a su ausencia de transparencia y de control externo.

Por tanto, los cuarteles son espacios gigantescos donde está permitida la perversión del funcionamiento interno en lo que a sanciones disciplinarias se refiere, apoyados en la poca regulación legal que existe. Que no es otra que una normativa tenue y difuminada en formas y preceptos que ayuda a la libre interpretación, dando vía al chanchullo y al mercadeo de bazar como forma de sancionar las irregularidades de los agentes.

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Eso unido a un corporativismo mal entendido dan como resultado lo nefasto.

Los motivos de este mal endémico están directamente relacionados con los cimientos ideológicos sobre los que se construyeron nuestros cuerpos policiales y el privilegio social del que disfrutan por ser Instituciones cuasi intocables. Lugares en los que nadie se atreve a meter la nariz por no salir apestando.

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La falta de valentía del Partido Socialista Obrero Español, a quien le sobran los tres apellidos y que es en definitiva una fuerza autodenominada de izquierdas pero de boca negra, tramposa y trolera, ha cocinado junto con sus colegas del bipartidismo, unas policías con mucho que caminar para lograr el afecto y la confianza de la ciudadanía que les paga el salario.

Habrá que pasar, para generar ese cambio tan necesario, por encima de los Altos funcionarios de traje a medida expuesto en la vitrina de Boletín Oficial.

El resultado de todo este desaguisado intencional e intencionado, son unas Fuerzas de Seguridad Pública con casi doscientos agentes en prisión. De los cuales ochenta y dos son Guardias Civiles, cincuenta son Policías Nacionales, veintinueve son Policías Locales, doce son militares, cuatro son agentes Autonómicos, once están adscritos a Instituciones penitenciarias y dos aún se está por saber el cuerpo al que pertenecen.

Unas Corporaciones uniformadas con sentencias firmes por delitos tales como pornografía infantil, contrabando, fraude, acoso, torturas, conducción temeraria, exhibicionismo e incluso terrorismo.

Unas plantillas de agentes uniformados con un número indecente de imputados e investigados por delitos gravísimos como trata de seres humanos, pertenencia a organización criminal, espionaje, tráfico de estupefacientes y delitos de banda internacional.

Unas Fuerzas de Seguridad con mil catorce denuncias documentadas por la Coordinadora de Prevención de la Tortura en España.

Una Policía a quien Amnistía Internacional atribuye desde el año dos mil cuatro más de seis mil seiscientos casos de tortura o malos tratos.

Unos funcionarios que se negaban a activar el Protocolo de Prevención de Torturas también denominado (Protocolo Garzón) porque decían ver coartada su posibilidad de sacar información a los detenidos.

Unas policías que invitan a Billy el niño a un cóctel y a paella a Tejero en una base militar.

Unas Fuerzas de Seguridad implicadas en casi todas las grandes tramas de corrupción política de este país como la operación kitchen, la Cursach o la Gurtel. Sin hablar de Villarejo que mediante la prostitución de mujeres sacaba información según él “vaginal”.

Unas Fuerzas de Seguridad que realizan injerencias políticas tales como dar Golpes de Estado a la democracia creando pruebas falsas para derrocar la voluntad popular, siendo que de nuevo han sido los dueños de las armas quienes han decidido la dirección, el camino y tránsito de nuestra patria.

Unas Policías dónde ser honesto sale caro, donde muchos indecentes hacen carrera.

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