sábado, 20 de abril del 2024

Laura

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Tenía que irse. Y todos sabíamos que ni el acorde más sutil sería capaz de darle otro desenlace a la partitura.
No obstante, a Laura no nos la arrebató una larga enfermedad, a Laura nos la arrebató la construcción de un mundo, de una sociedad a años luz de lo que ella representaba, de los valores más sencillos y sublimes que nos transmitió a través de una guitarra. O, dicho de otro modo; sí, Laura se fue devastada por el bicho, por el más feo y puñetero de todos los bichos y ahora, su ausencia, ahondará más la herida de un país, de un estado putrefacto en el que parece que los principios, las lealtades, las coherencias y la belleza sobran.

Me enteré de su muerte en el primer gesto de la mañana, recién despertada. Era sábado, creo, pero aún así no abrí los ojos despacio, no respiré lento, no besé a quien me acompaña, no di los buenos días ni ante mi misma, ante el espejo y la cara lavada. Agarré el móvil y revisé mis tuits. Y fue allí donde se produjo el cataclismo. Donde la vida y la muerte, mi pasado y mi futuro, lo íntimo y lo político me daban una hostia de realidad en 140 caracteres. El algoritmo y sus caprichos. Se había muerto Laura. Carme Forcadell lo tuiteaba y Lluís Llach lo lloraba desde lo más profundo de sus silencios y de sus entrañas. El cóctel era de lo más explosivo, no entendía nada, y en décimas de segundo invadieron mi cama: Una muñeca de trapo, de vestido verde y flequillo perfecto, a la que había puesto ese nombre de niña, aún en vida de Franco. Una ex presidenta del Parlament de un país democrático, privada de libertad sin condena, enviando un pésame 2.0 desde la cárcel, en tiempos de una transición supuestamente superada. Y una canción que, junto a tantas canciones, han sido más que himnos, han sido y siguen siendo lecciones de vida. Lecciones que, sin embargo, hoy, ahora, con todo este batiburrillo tendido sobre mi edredón, me doy cuenta de que en muchos casos he/hemos olvidado en el camino. Y así nos va. Así, en parte, se pudrió todo.

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Laura, para mí, representa, quizás, la lección más importante, la de la amistad. El amor en mayúsculas. Ni las historias más apasionadas, ni los romances más y mejor contados han sido capaces de transmitir con tanta sencillez y humildad algo que, paradójicamente, cada vez nos cuesta un poquito más a todos: ser humanos, ser amigos, ser compañeros. Siempre me hizo mucha gracia la anécdota de Llach sobre el momento en el que compuso la canción. Recuerdo vagamente que era algo así como que se le había olvidado su cumpleaños y “como además los catalanes somos tan agarrados”, pues qué mejor que componerle una canción. Yo me habría meado en las bragas, que diría la otra; Laura Almerich no sé cómo reaccionó en el momento. En nuestras memorias quedará para siempre cómo reaccionó en aquella “no interpretación” irrepetible en el Camp del Barça en el 85, abrumada por la emoción.

Ya lo escribía Lluís en su momento, lo difícil de recordar los escenarios vividos, las angustias por el hoy, las alegrías por el mañana, en casa entre tantos compañeros o en un triste exilio… “nunca ha faltado tu aliento” ¿Cómo, cuánto recordar ahora, 30, 40 años después? Porque pasaron los años y ahí siguió siempre, imprescindible, con la “sonrisa de sus dedos”. En los escenarios y en la vida.

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“Imprescindible”, que no inseparable, aunque también. No elijo la palabra en vano porque introduce un matiz muy necesario, sobre todo cuando quien se nos va no es “la parte del todo” que se lleva la mayoría de los aplausos, los mejores reconocimientos. De hecho, revisas los titulares, haces una búsqueda, lees incluso este artículo y por Laura Almerich quizás no te quede muy claro de qué va esto; por “La guitarrista de Lluis Llach”, la cosa cambia. Un lastre quizás inevitable entre los instrumentistas y entre las mujeres instrumentistas todavía más. Ajenísimo, me consta, a la voluntad del cantautor, y cero conflicto, estoy segura, para ella, su leal compañera. Es el lastre que impone la sociedad, una sociedad que tiene muchas cuentas pendientes, infinitas, y más que va a tener porque todo apunta a la involución, en democracia en general y en igualdad y en humanismo, en particular. Mujer y música, difícil ecuación en una realidad en la que hasta los derechos, la cultura, la comunicación se han mercantilizado. Una sociedad que hasta juzga y condena por elegir el arte, la interpretación como tu forma de vida, en vez de los números y la productividad (y a noticias muy recientes me remito).

Todas las Lauras: Enma Pino

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Sería bonito que todos los obituarios de estos días hubiesen servido un poco para el rescate, para ayudar a salir del armario a tantas otras Lauras que seguro que también han estado y están por ahí, solas o acompañando a alguien, pero, quizás, sin una “declaración de amor” hecha canción tan generosa y explícita que las identifique e invite a la admiración y el recuerdo.

Se me ocurre, por ejemplo, un nombre, de activismo temprano y carrera tardía, instinto atlántico y formación mediterránea. Desconozco si alguna vez llegaron a coincidir, aunque supongo que entre fusas y semi corcheas siempre hay un punto de encuentro, sobre todo cuando para ambas los acordes también eran acción social, furia, amor y combate. No en vano, Enma Pino (1958-2014), la “Laura atlántica” de la que hablo, dirigió musicalmente el primer concierto de mujeres celebrado en Vigo a principios de los 90, en el que participaron María del Mar Bonet, Omara Portuondo, Filipa Pais, Uxia, Maria Costas, entre otras.

Me acuerdo especialmente de ella estos días porque también se fue, hace cinco años, abruptamente en su caso, sin apenas una canción que la homenajee, profesionalmente hablando. Esta semana, la Mostra Internacional de Teatro Cómico y Festivo de Cangas (Pontevedra) intenta hacer un poco de justicia y le dedica la sección “Luz sobre a Historia”, con la que cada año pretenden recuperar y visibilizar esa otra gran mitad de nuestro patrimonio, tan próximo y tan injusta e incluso intencionadamente desconocido.

Enma se fue unos meses antes de que yo emprendiera mi particular trist exili mar enllà. Con un océano por medio, entretuve la soledad y el tiempo aporreando una guitarra. Hoy voy a aprovechar estas ausencias/presencias de las que escribo para terminar tecleando, pero no palabras.

Va por ellas, por Laura, por todas las Lauras.

DO.. SOL… LA… RE… SOL… SOL… DO… RE ….

… y sí, también por ellos, por Lluís y por Morris.

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