viernes, 26 de abril del 2024

Puigdemont, testigo de cargo del peligro contra la democracia

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El 28 de abril fracasó un peligroso intento de avalar en las urnas el plan más cruel contra los presos políticos, aquel de no al indulto jamás, y contra el Parlament y el gobierno catalán elegidos democráticamente, con la cantinela de aplicar un nuevo 155 desde ya.

Constatado el fiasco, Casado y Rivera, sobre todo el de C’s que no está tan conmocionado por el desastre electoral, han cambiado de víctima propiciatoria para la ronda electoral del 26 de mayo: el peligro, para ellos, se llama Carles Puigdemont.

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Primero fue el recurso ante la Junta Electoral Central, que es muy probable que fuera el miedo a un lío monumental con Europa lo que llevara al Supremo y al Constitucional a rechazar las pretensiones de Casado y Rivera, defendidas con todo descaro, y de manera consciente, sin el menor fundamento jurídico.

Después, hace dos días, han vuelto a pedir a la Junta Electoral de Barcelona que impida la participación de los líderes encarcelados o exiliados en los debates electorales.

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Pero aún hay más. El Confidencial nos informa hoy que Anticorrupción pedirá al Juzgado de Instrucción número 2 de Girona que actúe contra Puigdemont a partir de un informe que se «está ultimando» en Hacienda sobre prevaricación y malversación en la etapa en que el ex president fue alcalde de Girona. No es irrelevante que esa querella se presentara en 2016, pero que sea hoy cuando se reactiva a partir de una actuación discrecional del Ejecutivo.

Tampoco los grandes medios privados de ámbito estatal desentonan. Hoy mismo «Pastor», en su «Objetivo» de La Sexta, la única referencia a Catalunya que ha planteado lo ha sido sobre la ampliación del catálogo de delitos a incluir en la Euroorden para evitar que puedan repetirse otros casos «Puigdemont». Todos, menos la representante de Unidas Podemos, aplaudiendo con las orejas. Es decir, seguimos con respuestas judiciales a conflictos políticos. Nada de hablar del derecho de autodeterminación, porque debe ser muy aburrido lo de buscar soluciones políticas a los problemas políticos. La periodista estaba moderando un debate electoral sobre las europeas del 26 de mayo al que, por supuesto, no ha invitado a los candidatos independentistas, pero sí al de Vox, a pesar de que la circunscripción es única. O, aunque los neofascistas no tengan eurodiputados, pero los catalanes sí.

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No puedo dejar de pensar en los verdaderos culpables de una situación tan impresentable y tan bloqueada, aunque eso no sirva para condenarlos.

¿A qué viene tanta amenaza contra los líderes que reclaman el derecho a decidir si los del 155 ni lo negocian ni ofrecen a cambio nada para convencer? ¿De qué se quejan PP y PSOE, que han gobernado casi 40 años con porcentajes legislativos más que suficientes para construir un futuro del que los catalanes también se sintieran partícipes? Lo más interesante que recuerdo son los millones de anuncios «…Gobierno de España», creo que fue durante Zapatero. El electorado como simple destinatario de publicidad.

En cambio, ¿quién impidió a González, a Aznar, o al reformista Zapatero, 29 años gobernando, haber organizado, por ejemplo, referéndums como en Suiza para aprobar o reformar las leyes importantes? ¿Se habrían distanciado tanto los catalanes? Precisamente, para desacreditar sus pretensiones se les recuerda que hace más de 40 años votaron sí a la Constitución. ¿Qué se piensan los líderes «constitucionalistas» del largo bipartidismo, si no han sido capaces de reformarla para adaptarla a un país que ha cambiado mucho más que otros europeos, que sí han actualizado las suyas? ¿Acaso la existencia de ETA impedía desarrollar una legislación que contemplara algo de democracia directa en el país que, probablemente, más la necesitaba para consolidarse?

Aprender de Suiza, un país que no estaba tan lejos y que no es, precisamente, ningún desconocido para los españoles más acaudalados, incluidos algunos políticos, hubiera sido una buena medida para comprender como nacen los vínculos que fortalecen los sentimientos colectivos a través del ejercicio de la responsabilidad compartida. Y de esta inmensa deficiencia no se puede responsabilizar a los catalanes. Sí, en cambio, de su lucha para dejar de estar sometidos a una clase política que demasiadas veces recuerda los peores momentos de nuestra historia.

Tanto error en el pasado y tanta amenaza hoy solo conseguirán que muchas personas que no son independentistas apuesten por Junqueras o por Puigdemont en la urna del día 26. Saben que esos votos son los más valiosos a la hora de defender la democracia y, en el caso del exiliado, porque su condición de europarlamentario, aunque no le sirva para proclamar la independencia de Catalunya, sí añadirá el valor de un testigo esencial para asegurar la vigilancia sobre la permanente tendencia al autoritarismo en España. La suya será la papeleta más europea de todas.

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