martes, 23 de abril del 2024

Continúa el escándalo del fallido proyecto Castor

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Josep Herrera
Josep Herrera
Periodista Journalist Press                                                                                                                                                                             diariolasrepublicas@gmail.com
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la principal conclusión de un estudio pluridisciplinar en el que han participado diferentes centros pertenecientes al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), sobre la polémica plataforma Castor del controvertido Florentino Pérez, es la siguiente. Los autores concluyen que era necesario habilitar sismógrafos submarinos y de profundidad, entonces disponibles, para inyectar gas. Así, una “inadecuada” monitorización sísmica de las inyecciones de gas en el proyecto Castor impidió anticipar los terremotos y gestionar consecuentemente la situación.

La polémica está servida pues. Porque Pérez ha cobrado y no actuó como debería haber sido. Los autores remarcan que la carencia, específicamente, de sismógrafos submarinos y de profundidades, así como de un protocolo para gestionar la sismicidad inducida, impidieron comprender lo que sucedía en el subsuelo conduciendo, finalmente, al fracaso y clausura de las instalaciones. Unos instrumentos que se estaban utilizando en explotaciones con problemas similares años antes del propio proyecto Castor.

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El estudio, publicado en la revista Nature Communications‘, ha contado con la participación de expertos del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA, CSIC-UIB), el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) y el Instituto de Ciencias del Mar (ICM), todos ellos centros del CSIC, así como el Instituto de Geociencias de Rennes (Francia).

Sus autores constatan la necesidad de disponer de una red de monitorización adecuada y de un protocolo para gestionar la sismicidad inducida como «esencial» para garantizar «el éxito» de este tipo de proyectos. “Dado que los sismógrafos situados en el fondo marino no funcionaban, la inyección de gas en Castor no debía haberse llevado a cabo, ya que no se podían localizar con precisión los terremotos inducidos en tiempo real y comprender lo que estaba pasando ”, ha explicado Jesús Carrera, investigador del IDAEA y uno de los autores.

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En este sentido, recuerdan que las carencias, nueve años después, todavía existentes en la localización de los terremotos inducidos, por su imprecisión, pueden poner en peligro futuros proyectos en el campo de las geonergias, como la geotermia, el almacenamiento geológico de carbono o el almacenamiento subterráneo de hidrógeno. Instalaciones, aseguran, pueden resultar clave para la descarbonización y mitigar los efectos del cambio climático.

“La falta de instalación de sismógrafos operativos en torno a la plataforma de Castor, incluyendo sismógrafos en profundidad en alguno de los catorce pozos que se perforaron para el proyecto, complica mucho el análisis. En proyectos como estos, es necesario poder localizar los terremotos inducidos en tiempo real, algo para lo que hace falta un sistema de monitorización adecuado”, ha apuntado el investigador del ICM Antonio Villaseñor, también autor del estudio.

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La instalación de sismógrafos submarinos y de profundidad en el proyecto Castor planeó también durante el juicio que acabó absolviendo a los dos principales directivos de la exconcesionaria Escal UGS por delito ambiental. La empresa defendió que la instalación de dos sismógrafos en la costa, a 30 kilómetros del yacimiento, eran más que suficientes para monitorizar las instalaciones. Se descartó, finalmente, instalar un sismógrafo submarino, tal y como había recomienda el Observatorio del Ebro. Los directivos se escudaban con el argumento de que el uso de estos instrumentos y protocolos no estaba todavía extendido en la industria ni era objeto de ninguna obligación legal.

“En 2011, en un proyecto en Argelia, en In-Salah, extraían gas natural con un 10% de impureza de CO2, que se reinyectaba por no emitirlo a la atmósfera. Allí, dos antes del proyecto Castor, tenían sismógrafos puestos en profundidad. Aunque eran microsismos, de magnitud uno y los de Castor eran de magnitud 4, 1.000 veces con menos energía, la localización que pudieron dar fue muy precisa, por profundidad y localización. Esta tecnología ya existía antes del proyecto Castor”, ha asegurado el investigador del IMEDEA (CSIC-UIB) y del IDAEA, Víctor Vilarrasa.

El episodio sísmico a raíz de las inyecciones de gas en el almacén a partir de septiembre de 2013 se cerró con más de 1.000 terremotos registrados. Los de mayor magnitud ocurrieron cuando el gobierno español ya había clausurado las instalaciones, que siguen pendientes de repuesto de los tapones de seguridad del subsuelo marino, caducados desde hace al menos dos años, y del desmantelamiento definitivo anunciado por el gobierno español. La factura económica del fracasado proyecto capitaneado por el grupo ACS de Florentino Pérez puede superar los 2.200 millones de euros.

Desplazamiento de fluidos y movimiento de la falla

El estudio del CSIC también explica que, además del aumento de la presión en el subsuelo causada por la inyección del gas, existen otros mecanismos que pueden producir terremotos. “En almacenes de gas, como en Castor, la flotación juega un papel muy importante, ya que la densidad del gas es 10 veces menor que la del agua que llena los poros de la roca donde se almacena el gas. Según el principio de Arquímedes, la fuerza vertical de flotación es igual al volumen de fluido desplazado multiplicado por la diferencia de densidades entre el fluido desplazado y el que le desplaza.

Por tanto, la fuerza vertical de flotación desempeñó un papel importante en la desestabilización de la falla de Amposta, que desató los terremotos de Castor”, ha apuntado Silvia De Simone, del Instituto de Geociencias de Rennes (Francia), también participando en el estudio.

Vilarrasa ha subrayado que la integración de la red de medidas con los procesos físicos es la clave para la predicción y gestión de la sismicidad inducida. “Es necesario revertir el daño que los terremotos de Castor hicieron sobre la percepción pública, puesto que sin proyectos de geoenergías no se podrá conseguir la neutralidad climática.

La combinación de las medidas de campo -caudal de inyección, evolución de la presión y temperatura, deformaciones, sismicidad inducida- con modelos que tienen en cuenta los procesos físicos relevantes podría haber permitido gestionar los seísmos y haber salvado a Castor”, ha cerrado.

 

 

 

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