viernes, 29 de marzo del 2024

El Estado Astronómico

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La estela del estrellato de Felipe González da para una manual de frases de provecho, según para cual, pero la indiferencia no es su tránsito. Es cierto que los estados autonómicos sacan de sus rescoldos más chispazos que los galácticos, pero visto en nuestro escueto espacio peninsular, es acertado compararlos con el batiburrillo de los reinos taifas liquidadores del gran esplendor de los Omeyas.

Nuestro estado astronómico, en deudas acumuladas, tiene  17 patas y patitas de lo más patosas. Desde que se iniciara el estado de las autonomías, de crédulos nacionalistas, esperanzados descentralizadores, más la mayoría expectante de seguidores activos e indiferentes. Salvo cantos de sirenas y momentos de gloria, España ha vivido  como Santa Teresa, “Vivo sin vivir en mi…”,  pero aquí no se sabe la dicha que nos espera.

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Tal como era de prever, la pandemia ha puesto de manifiesto, los grandes defectos de nuestra organización estatal, basta el ejemplo del ministerio de Sanidad desarmado hasta de botiquín, y que ahora hay que revitalizar. Pero habiendo sido bastante el ruido que se provocó entre el imperio y los taifas durante los días de confinamiento, por eso de quién tiene más competencias para ser incompetente; lo que ha sucedido después, amén del imaginario de parecer un debate político, es acertado decir que, los que la llevan no la quieren llevar, hasta que  la lleva el otro, entonces ponen el grito en el cielo como si todo se hubiera desorbitado.

La verdad es que es muy fácil de decir, lo poco preparados que estábamos para unas circunstancias extraordinarias, pero si nos fijamos en el día a día anterior, era más ordinario coordinarse y reunirse en los enigmas la UE en Bruselas, que con el andar por casa de nuestras insulitas baratarias. Tiene mochiles que para verse las caras los presidentes a y bes, más que nunca en nuestra historia reciente, haya tenido que ser por plasma y por el bichito.

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Citar los nombres propios de los presidentes autonómicos, me lleva al estadio singular de los innombrables, pero cada cual quiere rellenar su estrellato con las tarabitas propias deplorando las ajenas, en especial el gobierno, a tal punto que ya es difícil saber quién tiene una cumplida responsabilidad en el desaguisado peligroso que vivimos, porque el guión nadie lo quiere seguir.

Guardo en mi acerbo particular para otra ocasión, el estado de creencia, en los inicios de la democracia, de los estados mayores de los partidos al desparrame  de poder autonómico, la escasa categoría que en la cúspide de la pirámide daban a los nuevos líderes de zona, salvo necesidad, ahora, el baronaje es un aporte de poder que funcionan como la energía de los cuásares, para  llenar el vacío espacial con un rifirrafe de sálvese quien pueda, y los españolitos de cada lugarcito a ver qué meteorito nos cae en la cabeza.

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Curro Flores

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